La maternidad es un viaje transformador, lleno de amor, entrega y desafíos. Desde el primer instante en que sostienes a tu hijo en brazos, todo cambia: tus prioridades, tu tiempo y hasta la forma en que te ves a ti misma.
En medio de este torbellino, es fácil caer en la trampa de poner a los demás siempre por delante, olvidándote que tú también necesitas cuidado, amor y atención.
Pero….
¿Qué pasa cuando nos olvidamos de nosotras mismas?
¿Cómo afecta esto a nuestra maternidad, nuestra felicidad y nuestra relación con nuestros hijos?
Desde siempre, nos han enseñado que una buena madre es aquella que se sacrifica por completo, que pone a sus hijos y su familia antes que a sí misma, y un largo etcétera que ya conoces…
Se nos dice que el amor de madre es incondicional, pero pocas veces se habla de que para dar amor, primero debemos tenerlo dentro. Parece que esto se nos olvida, como si no fuera parte de la ecuación. Y luego aparecen los problemas…
¿Qué problemas?
Pues que, cuando nos entregamos sin medida, llega un momento en que nos sentimos agotadas, frustradas o incluso vacías. No porque no amemos a nuestros hijos, sino porque nos hemos descuidado tanto en el proceso, que ya no podemos con la sobrecarga.
Si alguna de estas señales te resuena, es posible que tu amor propio esté quedando en segundo plano:
Sientes que tu identidad se ha diluido en el rol de madre.
Tu bienestar físico y emocional siempre queda en último lugar.
Te sientes culpable cuando dedicas tiempo para ti.
Has dejado de hacer cosas que te hacían feliz antes de la maternidad.
Te sientes agotada constantemente y con poca paciencia.
La maternidad no debería ser un sinónimo de renuncia a ti misma. Al contrario, cuanto más te cuidas, más amor y presencia puedes ofrecer a tus hijos.
El amor propio en la maternidad no es un lujo, es una necesidad.
Cuando te cuidas, cuando te respetas, cuando te das el espacio que necesitas, les estás enseñando a tus hijos una lección invaluable: que el amor propio es parte del amor hacia los demás.
¿Qué primeros pasos podemos dar?
1. Recupera tus espacios sin culpa
No eres solo madre. Eres mujer, amiga, soñadora, creadora. Retoma aquellas actividades que te hacen sentir viva y conectada contigo misma, aunque sean solo unos minutos al día.
2. Cuida tu diálogo interno
Ser madre no significa ser perfecta. Háblate con amor, no con juicio. Permítete equivocarte y aprender en el camino. Cada error te acerca a donde quieres estar.
3. Rodéate de una tribu que te sostenga
La maternidad, no debería vivirse en soledad. Busca apoyo en otras madres, en amigas, en personas que te inspiren y te acompañen sin juicios.
4. Pide ayuda sin miedo
No tienes que hacerlo todo sola. Delegar no te hace menos madre, te hace más humana. (Y sí, se que cuesta, yo también estuve ahí).
5. Regálate momentos solo para ti
No necesitas grandes lujos. A veces, un café en silencio, un baño relajante o un paseo sola pueden ser suficientes para recargar tu energía.
Ser madre es una de las experiencias más hermosas y desafiantes de la vida. Pero nunca olvides que antes de ser madre, fuiste mujer, y que seguir cuidándote, amándote y respetándote no te hace menos madre, sino una madre más plena, más feliz y más auténtica.
Porque el mejor regalo que puedes darle a tus hijos es una madre que también se elige a sí misma.
Si te duele haberte perdido un poco entre las rutinas,
si sientes que estás para todos menos para ti,
quiero decirte que no estás sola.
Estoy aquí para acompañarte a volver a ti, sin juicios, sin presión.
Solo con amor y verdad. ¿Te animas a dar el primer paso?