La maternidad y el amor en pareja tienen algo en común, que nos invitan a entregarnos, a compartirnos, a amar profundamente. Pero también nos desafían a no olvidarnos de nosotras mismas en el camino. Porque cuando te eliges, cuando te cuidas y te honras, no solo te transformas tú, también transformas la manera en la que enseñas a otros a amarte, a amarse y a amar.
Nos han hecho creer que el amor propio es algo que se deja para después, cuando ya todo esté resuelto, cuando los demás estén bien, cuando quede tiempo. Pero el amor propio no es un premio que se gana, es una necesidad que se cultiva todos los días.
Ser madre o estar en pareja no significa borrarte. Significa seguir escribiendo tu historia con más personajes, pero sin dejar de ser la protagonista.
Tus hijos no aprenden solo de lo que les dices, sino de lo que ven en ti. Las neuronas espejo hacen que los peques, repitan nuestras palabras y actos. Así que, cuando te ven poner límites sanos, cuidarte, respetarte, decir no cuando algo no está bien, estás sembrando en ellos una semilla que crecerá como amor propio.
Si te ven hablarte con ternura, aprenderán que no hace falta exigirse para ser suficientes. Si te ven perdonarte, sabrán que los errores no restan valor, sino que te ayudan a crecer. Si te ven volver a ti cada vez que te pierdes, entenderán que siempre se puede volver a empezar, que no es un final, que hay opciones.
El amor propio también es un acto de comunicación. Cuando tú te eliges, le muestras al otro dónde están tus límites, qué necesitas, qué no estás dispuesta a negociar, es decir, das claridad a la relación.
No se trata de imponer ni de exigir, sino de compartir desde la autenticidad. Decir esto es lo que me duele, esto es lo que quiero, esto es lo que me molesta, esto es lo que necesito. Y desde ahí, permitir que el otro te elija, pero conociéndote de verdad.
El amor propio no te hace menos madre ni menos pareja. Te hace más consciente, más presente, más libre. Te permite dar sin vaciarte, amar sin perderte, cuidar sin olvidarte.
No hay herencia más poderosa que una mujer que se elige cada día, que se honra en sus decisiones, que se abraza en sus luces y en sus sombras.
Porque cuando te eliges a ti, enseñas a todos a hacerlo también.